Pero el andar de arriba para abajo, inevitablemente, hará que el paseante se ponga a merced del pelotón de fusilamiento que conforman las principales tiendas de moda de Madrid, las más elegantes boutiques y las más lujosas joyerías. Si las ostentosas tiendas, y sobre todo sus precios, bajan de la nube a más de uno, existe en Madrid uno de los mercados al aire libre más famosos de Europa: El Rastro.Ahí, todos los domingos por la mañana abren sus puertas (valga la metáfora) decenas de tenderetes llenos de todo lo imaginable, nuevo o usado.

Una visita al Rastro significa tomar parte en un espectacular y multitudinario acontecimiento mercantil, castizo y peripatético, en el que lo más importante no es tanto comprar como ver.

Caída la noche, y hablando de calle, trajines y ambiente, uno no puede despedirse de Madrid sin haber "marchado" un fin de semana.Esa costumbre de ir de un bar a otro fue bautizada por los jóvenes madrileños como "marcha". Dividido el mapa por zonas, cada grupo de amigos arma su itinerario.Una de las marchas más afamadas, la de Huertas, se localiza en las inmediaciones de la Puerta del Sol (el kilómetro cero del mapa español), donde se encuentra una de las zonas de "ocio" más concurridas de toda España. Su ambiente es una mezcla de edades, formas y procedencias. Lo mismo se puede estar en un pub inglés, un salón de salsa, una disco popera o un tranquilo bar de copas. Hay para escoger.No menos intensa es Malasaña, que fue cuna de la marcha madrileña de los 80, y el barrio de Chueca, a un par de cuadras de la Gran Vía, donde a principios de los 90 se estableció la comunidad gay, remodelando casas y abriendo negocios muy fashion.

Futbol y ¡olé!
Los momentos principales del ambiente popular de Madrid hay que encontrarlos o bien en una gran tarde de futbol, o en una buena tarde de toros. Con el fichaje de estrellas como Ronaldo, Zidane, Figo y Beckham, todos ellos jugadores del "galáctico" Real Madrid, la capital española dejó de ser, sobre todo para los millones de amantes del futbol, una mera urbe turística. "Estás en la capital del futbol, tío", dijo, obviamente, un madridista, que con su bufanda merengue al cuello caminaba rumbo al coso de Chamartín. Aunque el buffet futbolero es amplio en la llamada Liga de las Estrellas, lo cierto es que los sueños de muchos amantes del balón se centran en el Estadio Santiago Bernabeu, sede, entre otros eventos, de la Final del Mundial España 82.

Fiel a la causa, resistiendo los cañonazos del futbol, los toros se realzan como la principal fiesta española. Si se piensa que las estrellas del Real Madrid merman la afluencia a la legendaria plaza de Las Ventas, basta recorrer en domingo por la noche, y en sentido contrario, la Calle de Alcalá (la calle taurina por excelencia) para ver cómo una avalancha de damas y señores, la mayoría con puro en la boca, se lo llevan a uno rumbo a la afamada Puerta de Alcalá. La bocata de chorizo tendrá que esperar.

Más allá de la fiesta
Lejos de eso de las patadas y de las estocadas, a un extremo de la Puerta de Alcalá (1778) se erige el ambiente familiar de Madrid en el famoso Parque del Buen Retiro. El Chapultepec de Madrid. El Central Park madrileño. Ahí, donde se levantaron jardines, palacios y estancias para uso de Felipe IV (1632), se puede ver a los escasos niños madrileños juguetear. El Retiro suele ser un buen espacio para perderse en su interior con un buen libro bajo el brazo, aunque continuamente habrá que aclararle a los marroquíes que circundan el área de que uno no está interesado en comprar droga. Aunque la calle parece no agotarse, es un deber pedirle tregua para nutrir el espíritu. El arte aparece entonces por todos lados, aunque hay sitios especiales para el regocijo visual. Sería imperdonable perderse "Las Meninas", de Velásquez, o el "Guernica", de Picasso. Tal como el imaginario triángulo de las Bermudas, habrá que perderse en el triángulo del arte de Madrid, conformado por el corredor que forman los museos Thyssen-Bornemisza, Reina Sofía y Del Prado. Por menos de cinco euros (casi seis dólares) en el Del Prado puede conocer a los principales monarcas de la historia española, quienes ordenaban llevar a Madrid a los mejores pintores de la época para que retrataran a la familia real.Cruzando el Paseo del Prado, sin perderse la foto frente a la Fuente de Neptuno, se puede seguir la ruta visitando el antiguo Palacio de Villahermosa, convertido en Museo Thyssen-Bornemisza, que reúne una muestra espléndida del arte occidental.No menos importante, e igualmente a unos pocos metros, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía se erige sobre lo que fue el antiguo Hospital General de Atocha, hogar de los mejores cuadros de Dalí, Picasso y Miró. Hay muchos otros atractivos que se puede abordar primero, en vez de los citados, y no afectará en nada el deleite del visitante. Así, ese famoso ambiente madrileño habrá que explorarlo. Lleve zapatos cómodos y camine mucho, que a los pocos metros habrá algo que seguramente le eclipsará, por no hablar de las ciudades que tiene "a la mano" al estar en Madrid. El ambiente está en la calle, hágalo suyo.

Fuente: GRUPO REFORMA/Héctor Alvarado

 
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