Pero
fue en el siglo IX cuando los árabes levantaron
una fortaleza a la que le dieron el nombre de Margerit,
en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real.
Hoy, con tres millones de habitantes y un rico patrimonio artístico
y cultural, nos ofrece más de 80 museos y monumentos, increíble arquitectura
a lo largo de la ciudad, exquisita comida que satisface hasta el paladar más
exigente, sus vinos, y actividades de entretenimiento para todas las
edades, siendo Madrid con justa razón uno de los principales destinos turísticos
favoritos
del
mundo.
De Madrid al Cielo
En un palmo de terreno,
como el que circunda la afamada Fuente de la Cibeles,
ocurre una
saturación
de bellas estampas. ¿Dónde ubicarse para
no estorbar? ¿Para dónde tomar la foto?,
es la pregunta frecuente. Es por ello que la frase "de
Madrid al cielo" puede sentirse continuamente
en el andar.Aunque muchos ingenios participaron en
la invención de Madrid, el gran inventor de
la capital fue el Rey Felipe II. "Se la inventó sin
querer", aseguran, pues nunca dictó un
decreto o pragmática alguna declarándola
capital de las Españas. Si el Manzanares era
sólo un intento de río, la región
era apenas una villa de labradores, y otras ciudades
cercanas (como Toledo y Alcalá de Henares) eran
más importantes que Madrid, ¿entonces
qué pasó aquí?Simplemente, cuentan,
lo que hizo que la Corte pusiera en esta ciudad sus
palacios y sus oficinas fue el deseo de Felipe II de
estar cerca de El Escorial (Provincia de Madrid donde
ahora se ubica el Panteón de los Reyes, y próxima
al Valle de los Caídos, última morada
del General Francisco Franco, quien lo mandó construir
para honrar a los caídos de la Guerra Civil
Española).En aquellos años, cuando España
explotaba sus colonias latinoamericanas, había
dinero para levantar, y bien, ciudades nuevas.El ambiente
de realeza, que tanto llama la atención, empieza
a procrearse con la llegada de los Borbones al trono
de España en el siglo 18.Por un par de euros
(casi tres dólares), y con el afán de
que los libros turísticos no le roben muchos
minutos de atención, se puede enterar de épicas
batallas, de grandes guerreros y hasta de infidelidades
y homosexualismo real.
Se puede enterar también,
alejándose de los chismes históricos,
de que en 1734 un incendio destruyó el viejo
alcázar de los Asturias, y que de ahí nació la
idea de construir esa belleza llamada Palacio Real.Cuentan
que Felipe V llamó al arquitecto más
importante de Europa, Filipo Juvara, para que le diseñara
un palacio antiincendios, es decir, sin madera.El proyecto
no llegó a realizarse, aunque a la muerte de
Juvara, su discípulo, Giovanni Battista Sacchetti,
hizo los planos del actual Palacio de Oriente, en el
que trabajaron arquitectos italianos, como Francisco
Sabatini, y españoles, como Ventura Rodríguez.El
palacio, que se conserva impecable, con una blancura
que resalta entre el verde de los jardines de la Casa
del Moro y de la boscosa Casa de Campo, fue terminado
por Carlos III, quien lo habitó desde 1764.En
su decoración intervinieron los más importantes
pintores de Europa y se utilizaron los materiales más
ostentosos.Ahí dentro, seguramente, más
de uno se siente rey o reina al caminar por sus lujosos
pasillos y salones. Vuela la imaginación al
entrar a su fastuoso comedor, al pasar por el Salón
de Trono. ¿Con cuál fachada del palacio
se queda?, ¿con la lateral o la frontal?, ¿la
diurna o la nocturna? Quédese con todas.La majestuosidad
no se agota ahí. A pocos metros, caminando en
cualquier dirección, se puede ir descubriendo
edificaciones no menos impresionantes.Roban la atención,
por su estilo arquitectónico y por la relación
histórica con México, edificios como
el Congreso de los Diputados, el Banco de España,
la Biblioteca Nacional, la Bolsa de Comercio, el Teatro
Real, el Hotel Palace y el Palacio de las Comunicaciones.
El
ambiente romántico, escondido de las grandes
avenidas, es el que ofrecen las construcciones con
balcones de forja. El Madrid antiguo se asoma, el que
gozaron Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Calderón
de la Barca o Francisco Quevedo. El mismo que enamoró,
entre muchos, a Salvador Dalí, Benito Pérez
Galdós, Luis Buñuel y Federico García
Lorca, en sus tiempos de estudiantes.Madrid callejero
Pero el ambiente se goza en la calle. El Madrid capital
del cantoflamenco y del tablao, con sus tabernas en
las que tomar vino y alguna ración de queso
y jamón ibérico es un deleite, se goza
más, paradójicamente, en la calle.Si
el presupuesto es apretado, la calle madrileña
es el campo ilimitado de sueños y aventuras.Como
un terreno riesgoso para los bolsillos con poca "pasta" o "pelas",
las tiendas aledañas a la Gran Vía, el
Paseo del Prado o el Paseo de la Castellana, harán
que el ambiente aventurero vaya a un segundo plano
para dar paso al comprador compulsivo que casi todo
mundo lleva dentro."Si no quieres regresar con
la tarjeta atestada de deudas, no pases por la calle
Preciados o en el Barrio de Salamanca", me había
dicho un "tío muy majo".
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