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Madrid, la capital de España desde 1562, es también centro geográfico de la Península Ibérica. Se trata de una ciudad cosmopolita, centro de negocios, sede de la Administración pública central, del Gobierno del Estado y del Parlamento Español y residencia habitual de los monarcas.

Ocupa un primer orden en el sector bancario e industrial; este último se desarrolla principalmente en la periferia sur, donde se concentran importantes empresas textiles, alimentarías y metalúrgicas, entre otras.

Las primeras noticias históricas sobre la zona que hoy ocupa Madrid nos lleva hasta los tiempos del Paleolítico, habiéndose encontrado abundantes muestras de un importante asentamiento humano.

Pero fue en el siglo IX cuando los árabes levantaron una fortaleza a la que le dieron el nombre de Margerit, en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real.

Hoy, con tres millones de habitantes y un rico patrimonio artístico y cultural, nos ofrece más de 80 museos y monumentos, increíble arquitectura a lo largo de la ciudad, exquisita comida que satisface hasta el paladar más exigente, sus vinos, y actividades de entretenimiento para todas las edades, siendo Madrid con justa razón uno de los principales destinos turísticos favoritos del mundo.

De Madrid al Cielo

En un palmo de terreno, como el que circunda la afamada Fuente de la Cibeles, ocurre una saturación de bellas estampas. ¿Dónde ubicarse para no estorbar? ¿Para dónde tomar la foto?, es la pregunta frecuente. Es por ello que la frase "de Madrid al cielo" puede sentirse continuamente en el andar.Aunque muchos ingenios participaron en la invención de Madrid, el gran inventor de la capital fue el Rey Felipe II. "Se la inventó sin querer", aseguran, pues nunca dictó un decreto o pragmática alguna declarándola capital de las Españas. Si el Manzanares era sólo un intento de río, la región era apenas una villa de labradores, y otras ciudades cercanas (como Toledo y Alcalá de Henares) eran más importantes que Madrid, ¿entonces qué pasó aquí?Simplemente, cuentan, lo que hizo que la Corte pusiera en esta ciudad sus palacios y sus oficinas fue el deseo de Felipe II de estar cerca de El Escorial (Provincia de Madrid donde ahora se ubica el Panteón de los Reyes, y próxima al Valle de los Caídos, última morada del General Francisco Franco, quien lo mandó construir para honrar a los caídos de la Guerra Civil Española).En aquellos años, cuando España explotaba sus colonias latinoamericanas, había dinero para levantar, y bien, ciudades nuevas.El ambiente de realeza, que tanto llama la atención, empieza a procrearse con la llegada de los Borbones al trono de España en el siglo 18.Por un par de euros (casi tres dólares), y con el afán de que los libros turísticos no le roben muchos minutos de atención, se puede enterar de épicas batallas, de grandes guerreros y hasta de infidelidades y homosexualismo real.

Se puede enterar también, alejándose de los chismes históricos, de que en 1734 un incendio destruyó el viejo alcázar de los Asturias, y que de ahí nació la idea de construir esa belleza llamada Palacio Real.Cuentan que Felipe V llamó al arquitecto más importante de Europa, Filipo Juvara, para que le diseñara un palacio antiincendios, es decir, sin madera.El proyecto no llegó a realizarse, aunque a la muerte de Juvara, su discípulo, Giovanni Battista Sacchetti, hizo los planos del actual Palacio de Oriente, en el que trabajaron arquitectos italianos, como Francisco Sabatini, y españoles, como Ventura Rodríguez.El palacio, que se conserva impecable, con una blancura que resalta entre el verde de los jardines de la Casa del Moro y de la boscosa Casa de Campo, fue terminado por Carlos III, quien lo habitó desde 1764.En su decoración intervinieron los más importantes pintores de Europa y se utilizaron los materiales más ostentosos.Ahí dentro, seguramente, más de uno se siente rey o reina al caminar por sus lujosos pasillos y salones. Vuela la imaginación al entrar a su fastuoso comedor, al pasar por el Salón de Trono. ¿Con cuál fachada del palacio se queda?, ¿con la lateral o la frontal?, ¿la diurna o la nocturna? Quédese con todas.La majestuosidad no se agota ahí. A pocos metros, caminando en cualquier dirección, se puede ir descubriendo edificaciones no menos impresionantes.Roban la atención, por su estilo arquitectónico y por la relación histórica con México, edificios como el Congreso de los Diputados, el Banco de España, la Biblioteca Nacional, la Bolsa de Comercio, el Teatro Real, el Hotel Palace y el Palacio de las Comunicaciones.

El ambiente romántico, escondido de las grandes avenidas, es el que ofrecen las construcciones con balcones de forja. El Madrid antiguo se asoma, el que gozaron Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca o Francisco Quevedo. El mismo que enamoró, entre muchos, a Salvador Dalí, Benito Pérez Galdós, Luis Buñuel y Federico García Lorca, en sus tiempos de estudiantes.Madrid callejero Pero el ambiente se goza en la calle. El Madrid capital del cantoflamenco y del tablao, con sus tabernas en las que tomar vino y alguna ración de queso y jamón ibérico es un deleite, se goza más, paradójicamente, en la calle.Si el presupuesto es apretado, la calle madrileña es el campo ilimitado de sueños y aventuras.Como un terreno riesgoso para los bolsillos con poca "pasta" o "pelas", las tiendas aledañas a la Gran Vía, el Paseo del Prado o el Paseo de la Castellana, harán que el ambiente aventurero vaya a un segundo plano para dar paso al comprador compulsivo que casi todo mundo lleva dentro."Si no quieres regresar con la tarjeta atestada de deudas, no pases por la calle Preciados o en el Barrio de Salamanca", me había dicho un "tío muy majo".

 

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